viernes, 11 de diciembre de 2015

Lizzie Siddal: El renacimiento como Beatrice -2ª parte-

En 1853 Millais expone en la Royal Academy "El hugonote", donde una joven le suplica a su amante protestante que abrace el catolicismo romano, ya que de lo contrario será ajusticiado.


Millais, El hugonote (1852) 

La obra recibirá grandes elogios por parte del jurado del Salón y los críticos, hasta el punto que Millais será nombrado miembro de la Royal Academy. El artista aceptará de buen grado el nombramiento, logrando la multiplicación de sus encargos entre la burguesía londinense, y ascendiendo así su renta a más de 30.000 libras anuales.

Sin embargo, su ascenso no tendrá sólo resultados positivos, ya que tras el mismo "la tabla redonda quedará disuelta", según palabras del mismo Rossetti. 

Millais pronto abandonará las directrices prerrafaelistas a favor de una producción más en consonancia con el gusto de la burguesía, sus principales compradores. Así, su obra se plagará de dulces niños de mejillas sonrosadas.


Millais, Cherry Ripe (1879)

Hunt será el más fiel a las ideas de la desaparecida hermandad. De hecho, en 1854 viajará a Palestina con el fin de representar de la forma más rigurosa posible las escenas bíblicas, siendo el resultado de dicho viaje su célebre "Chivo expiatorio".


Hunt, El chivo expiatorio (1854) 

En cuanto a Rossetti, pronto se rodeará de dos de sus discípulos Edward Burne-Jones y William Morris, a los que había conocido en su etapa como profesor en el Working Men's College de Camdem, continuando así con la segunda oleada prerrafaelista.

Será por esta época cuando Lizzie comenzará a recibir clases de pintura en el taller de Rossetti, así como a escribir sus primeros poemas, quedando totalmente enamorada de su maestro. A cambio continuará posando para el artista, como vemos en "San Jorge y la princesa Sagra", donde la princesa se arrodilla agradecida ante el caballero, que se lava las manos tras haber matado al dragón.


Rossetti, San Jorge y la princesa Sabra
(1862), donde Lizzie posa como modelo

Lizzie trabajará fundamentalmente la acuarela, girando sus temas en torno al ciclo artúrico, con una marcada estética medieval.


Lizzie Siddal, La búsqueda de Santo Grial (1855)


No obstante, Lizzie no será la única amante y modelo de Rossetti, encontrándose entre sus habituales la camarera Annie Miller, a la que retratará como Helena de Troya.

Helena de Troya (1867), con Annie Miller como modelo

En 1860, tras años de relación, Rossetti y Lizzie contraerán matrimonio. Sin embargo, la desgracia pronto caerá sobre ellos, ya que algunos meses más tarde Lizzie dará a luz una niña muerta

Así, caerá en una profunda depresión, acrecentada por los crecientes celos de su propio esposo hacia su pintura y las relaciones extramatrimoniales del mismo con sus diversas modelos, que sólo logrará aliviar con su dosis diaria de láudano.

Una de estas amantes será la modelo Fanny Cornforth, a la que Rossetti contratará como ama de llaves. Apodada cariñosamente por el artista como "su viejo rinoceronte", debido a su sobrepeso, permanecerá con él hasta sus últimos días.

Rossetti, La dama de Fazio (1863), 
con Fanny Cornforth como modelo

El 11 de febrero de 1862, tras meses de depresión, Lizzie decide quitarse la vida con una sobredosis de láudano a la edad de 33 años.

Tras la muerte de su esposa, Rossetti se sumió en una profunda tristeza, que ni la pintura ni el láudano podrían aliviar. Incluso decide enterrar sus poemas en el féretro de su Lizzie, ya que su obra sin ella no valía nada.

"¿Qué es su espejo sin ella?
Esa grisácea nada que queda en un estanque privado del rostro de la luna
¿Su vestido sin ella?
El inquieto espacio vacío tras el paso de la luna entre las rotas nubes
¿Sus caminos sin ella?
El oscilar de los días usurpado por la noche desolada"


Rossetti, asimilará a Lizzie con la figura de Beatrice, la amada de Dante -con quien el artista compartía nombre-, que fallece a la edad de 19 años. Así, la representará como su Beatrice, una y otra vez, siendo quizá la obra más conocida la "Beata Beatrix".

Rossetti, Beata Beatrix (h. 1864-70) 

En ella representa a Lizzie, reencarnada en Beatrice, en ese "estado de transformación espiritual imprevista" previo a la muerte. La paloma roja le trae la adormidera blanca -de la que se extrae el láudano- que le facilitará el tránsito al más allá. El reloj de sol nos marca las 9 de la mañana, hora en la que falleció Beatrice, según la Viata Nouva de Dante.

La muerte es aceptada de forma serena, dentro de ese éxtasis artificial, causado por el láudano.

Debido a su estado depresivo, William Morris invita a Rossetti a vivir con su familia en su casa de Londres. 

En 1959, Morris se había casado con Jane Burten, hija de un pobre mozo de cuadra, a la que le ofrecerá la posibilidad de ascender socialmente, logrando aprender a leer y a tocar el piano, e incluso otros idiomas como francés e italiano.

Morris, enamorado de su bella esposa, intenta retratarla en diversas ocasiones. 

William Morris, La reina Ginebra (1858),
con su esposa como modelo

En "La reina Ginebra", Morris toma a su esposa como modelo, intentando plasmar su rostro lo más fielmente posible. Lo repinta una y otra vez, no logrando su parecido, por lo que, apenado, escribe en el reverso: "no logro pintarte, pero te quiero".

Pronto descubriría que su talento no estaba en la pintura, sino en el diseño, fundando así la compañía Morris&Co, cuyos diseños de muebles se venden hasta nuestros días.

Jane, al igual que Ginebra, nunca amará a su esposo, buscándose así su propio Lancelot, que no será otro que Rossetti. Éste la presentará en diversas ocasiones, tomándola como prototipo de "la malcasada", como vemos en Proserpina.

Rossetti, Proserpina (1874) 


viernes, 20 de noviembre de 2015

Lizzie Siddal: La nueva Ofelia -1ª parte-

John Everett Millais y William Holman Hunt se conocerán por primera vez en la Royal Academy de Londres, ubicada en la actual National Gallery, en Trafalgar Square.

Un buen día, copiando la obra de Rafael "La transfiguración", ambos comenzarán a hacer ataques despectivos hacia ella, por lo que un compañero les increpará: "Entonces sois Prerrafaelistas".


Rafael, La transfiguración (1517) Museos Vaticanos

Así, nace la Hermandad Prerrafaelista, a la que pronto se unirá el más rebelde de este triunvirato: Dante Gabriel Rosseti.

Caracterizados por su inconformismo frente a la Academia, defenderán el arte medieval, por ser realmente puro y estar hecho de corazón. Así, comenzarán a firmar sus obras con el anagrama PRB, lo que despertará un auténtico revuelo entre los círculos artísticos londinenses, debido a al enigmático significado. 

Algunos hablaron de sociedad secreta, otros lo relacionaron con una vertiente del fanatismo anglicano y otros simplemente se burlaron de ello: Please Ring the Bell (por favor llama al timbre) o Penis Rather Better (pene bastante mejor). 

Como imaginaréis era algo más sencillo: Pre-Raphaelite Brotherhood (Hermandad Prerrafaelista).


Rossetti, La infancia de la Virgen (1848)
Donde aparece por primera vez el anagrama PRB

Pero nos falta lo más importante: la musa. Y aquí es donde entra en juego la protagonista de nuestros dos próximos artículos, Lizzie Siddal.

Lizzie Siddall

Hija de un cuchillero de origen escocés, Elisabeth "Lizzie" Siddal era una muchacha alta y estilizada, de tez pálida y larga cabellera rizada de color cobrizo. 

El primero en descubrirla fue Walter Deverell, artista vinculado a la Hermandad. 

Cuando Deverell la ve por primera vez, Lizzie se encontraba trabajando en la sombrerería de Mrs. Tozer en Cranbourne Alley. Deverell queda fascinado tras los cristales de la tienda debido a su "belleza medieval", ofreciéndole rápidamente que pose para él.

Así comienza la carrera de Lizzie como modelo lo que, sin aún ella saberlo, supondría su ruina.

Tras ser presentada por Deverell a los Prerrafaelistas, Millais decide ofrecerle trabajo posando como Ofelia, convirtiendo así a Lizzie en uno de los rostros femeninos más famosos de la pintura inglesa del siglo XIX.

Ofelia, personaje de Hamlet, tragedia de William Shakespeare, termina perdiendo el juicio debido a los desvaríos de su amado Hamlet y la posterior muerte de su padre a manos de éste.

Millais, ese "niño prodigio" que ingresa en la Royal Academy con tan sólo 11 años, representa con gran maestría el momento en el que Ofelia, entretenida cogiendo flores y entonando canciones, cae al agua y, debido a su demencia y su pesado vestido, es tragada por el río sin ningún atisbo de oposición.



Millais, Ofelia (1851 - 1852) Tate Britain, Londres

"Hay un sauce que, inclinándose a su peso, 
mira el albo verdor de sus hojas en la cristalina corriente de un arroyo. 
Con sus ramas elaboró Ofelia intrincadas guirnaldas de flores, juncos, 
margaritas y esas orquídeas color purpúreo que el vulgo llama 
"dedos de muerto". 
Quiso colgarlas del árbol, se quebró la rama en que se apoyaba, 
y cayeron ella y sus guirnaldas en el lloroso arroyo. 
Sus ropas se esparcieron manteniéndola a flote durante un tiempo. 
Se puso entonces a cantar trozos de viejas alboradas, 
como si no supiera el peligro que en que se encontraba, 
o como si fuese una náyade nacida y criada en las aguas. 
Pero no tardaron mucho sus prendas en empaparse, 
arrastrando a la pobre doncella y su canción a morir en las cenagosas profundidades" 
Hamlet, William Shakespeare


En pleno invierno londinense, Lizzie posará metida en una bañera, cuya agua entibiarían a través de velas dispuestas en la parte inferior de la misma. Entregada en cuerpo y alma al papel de Ofelia y a la causa de la Hermandad, Lizzie no quiso interrumpir al Maestro cuando las velas fueron consumiéndose poco a poco, quedando el agua prácticamente helada. Tras la sesión, Lizzie caerá enferma de neumonía que, debido a su frágil salud, casi le lleva a la muerte.

El padre de Lizzie, que no aprobaba el nuevo trabajo de su hija, ya que todavía se encontraba asociado a la prostitución, le llegó a pedir una indemnización a Millais para poder correr con los gastos médicos y, por supuesto, le prohibió a su hija volver a ser su modelo.



Pero aquí no acaba la historia de nuestra Lizzie...




viernes, 6 de noviembre de 2015

El descenso a los infiernos: La Quinta da Regaleira

Carvalho Monteiro
El origen de este conjunto, localizado en Sintra (Portugal), se remonta a 1840, año en el cual la Baronesa da Regaleira decide construir su residencia de verano en este emplazamiento excepcional.


En 1893 la quinta pasará a manos de Antonio Augusto de Carvalho Monteiro, quien decide construir un palacete rodeado de fabulosos jardines románticos. Llamado “El Monteiro de los millones”, heredó de sus padres una importante fortuna, que ampliaría con sus negocios de café y piedras preciosas en Brasil.



Este paraíso de cuatro hectáreas diseñado por Luigi Marini se encuentra presidido por un palacio de estilo neomanuelino, donde los elementos fantásticos se mezclan con símbolos masónicos.

Palacio de verano

 Así, en la decoración de las ventanas podemos contemplar la cuerda con nudos, elemento masónico vinculado a la construcción de las catedrales.

Entre bolas isabelinas, decoración de tracería y profusa decoración vegetal, podemos encontrar caracoles, ranas o tortugas, animales propios del entorno de la Quinta.

Elementos masónicos

Subiendo una escalera modernista, llegamos a la terraza panorámica custodiada por quimeras fantásticas entre las que encontramos incluso un canguro, muy en consonancia con el gusto por lo exótico del periodo.

Rematando el conjunto podemos contemplar la cruz de la Orden de los Caballeros de Cristo, a la que pertenecería nuestro “monteiro de los millones”.

Laboratorio alquímico

Sin embargo, probablemente la construcción más llamativa del conjunto sea el pozo iniciático.

Se trata de una escalera en espiral de 27 metros de altura a la que accedemos a través de una puerta que parece sacada de “Indiana Jones y el templo maldito”. 

Así, el visitante comienza su particular “descenso a los infiernos”, basado en la Divina Comedia de Dante, con paradas en nueve rellanos, simbolizando los nueve círculos del Infierno. 

Pozo iniciático

Si finalmente logramos superar nuestro ritual iniciático a través de este particular descenso, llegaremos al fondo del pozo que nos permitirá al acceso a una complicada red de galerías subterráneas. A través de ellas, llegaremos al pozo imperfecto o al lago de la cascada, donde realmente creeremos haber ascendido al Paraíso.

Lago de la cascada

Si todavía tienes ganas de aventura, puedes acceder a las grutas subterráneas, donde no debes olvidar llevarte una linterna, ya que existen tramos de total oscuridad.

Ya en el siglo XX, la quinta pasará a manos de Waldemar Jara d’Orey, quien hará algunos añadidos; y ya en los años 80 a Aoki Corporation, que dejará el conjunto en un estado prácticamente ruinoso.

Por suerte, en 1997 el Ayuntamiento de Sintra adquiere la propiedad, encargándose en la actualidad del mantenimiento y difusión de la misma la Asociación Quinta da Regaleira.


Un lugar de ensueño en un enclave excepcional. Visita obligada si te gustan los cuentos de hadas.


viernes, 23 de octubre de 2015

Madame Anselma, una mujer adelantada a su tiempo

En el artículo de esta semana vengo a contaros la historia de la obra “Juno”, realizada por la artista rusa Anselma Gessler de Lacroix, y que podéis contemplar en la Sala de la Cacharrería del Ateneo de Madrid (Calle del Prado, 21).

Madame Anselma, Juno (1882)

La obra representa, como indica su título, a la diosa Juno -la Hera griega- parcialmente desnuda y recostada sobre un lecho de nubes. Con rostro cabizbajo y mirada ausente, se encuentra acompañada de su pavo real, a través del cual controlaba los escarceos amorosos de su esposo Zeus.

En 1890, Madame Anselma dona dicha obra al Ateneo, siendo ésta colgada en la Sala de la Cacharrería. Esta sala de nombre tan peculiar, debe su denominación a las tertulias realizadas en ella durante el siglo XIX, donde los eruditos se acalorarían tanto que el ruido sería semejante a “un elefante en una cacharrería”.

Sala de la Cacharrería, Ateneo de Madrid


En 1891, Madame Anselma es nombrada socia honoraria del Ateneo, comenzando a participar en dichas tertulias. Pronto sus compañeros comenzaron a darse cuenta de que la voluptuosa Juno guardada cierto parecido con la nueva socia, por lo que, algo escandalizados, deciden devolverle la obra a la artista rusa.


Tras esta ofensa, Madame Alselma decide modificar el lienzo añadiendo los paños rojo y gualda, símbolo de la bandera española, así como la corona y el centro. Así, vuelve a presentar la obra a la institución, ya no como Juno sino como alegoría de la Nación Española. 

De esta manera el Ateneo no podría rechazar de nuevo su obra.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Mi viaje a Inglaterra: Conjuntos escultóricos (Parte II)

En el artículo de esta semana continuamos con algunos conjuntos escultóricos que me fascinaron en mi viaje a Inglaterra.

Monumento a la princesa Charlotte (Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, 1817)

La primera protagonista de hoy es la princesa Charlotte de Gales, hija de Jorge IV y sobrina de Eduardo, padre de la futura reina Victoria.

Princesa Charlotte de Gales
Charlotte falleció en noviembre de 1817 a la edad de 21 años, tras un largo parto que, según cuentan, duro más de 2 días. Tras duras horas de sufrimiento, finalmente daría a luz un hijo sin vida, perdiendo la suya horas después.

La prematura muerte de Charlotte provocaría una gran tristeza en toda gran Bretaña, ya que el pueblo había puesto todas sus esperanzas en ella y en su futuro reinado.

Repicaron campanas en todo Reino Unido e incluso se llegó a agotar la “tela de luto”. Es más, el propio monumento funerario sería costeado por donativos procedentes de su amado pueblo.

Ningún miembro de la familia real superaría estas manifestaciones de duelo público hasta el triste fallecimiento de la princesa Diana en 1997.


“La muerte de la princesa Charlotte ha caído sobre el pueblo como 
una oscuridad repentina y universal” 
Windsor and Eton Express

El monumento en memoria de la princesa Charlotte, se encuentra en la Capilla Urswick, ubicada en la esquina noroeste de la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, siendo su autor Matthew Wyatt.



La obra está formada por dos registros: En el registro inferior se nos muestra el plano terrenal, donde encontramos el cuerpo inerte de la princesa Charlotte. Cubierto con una tela tratada magistralmente, nos permite intuir su cuerpo yacente.

Para acentuar el dramatismo de la escena, la mano de la princesa cae sin vida, pudiendo adivinarse parte de ésta por debajo del tejido que la cubre.



Flanqueando el cuerpo de la princesa, descubrimos cuatro plañideras que acompañan a la joven en su lecho de muerte y cuyo tratamiento de los ropajes me dejó fascinada. Estas plañideras son el reflejo en piedra del dolor del pueblo por la pérdida de su futura reina.

Si elevamos nuestra mirada descubriremos el registro superior, representado por el espacio celestial.

En el eje central de la composición podemos observar de nuevo a Charlotte, saliendo de su propio cuerpo para ascender hacia el Paraíso. Etérea y con el brazo en alto, eleva su vista hacia esa luz celestial que se materializa a través de las vidrieras. Esa luz que se nos muestra como un rayo de esperanza frente a la desolada escena del registro inferior.



Junto a ella encontramos a dos ángeles, ataviados con túnicas y peinados clásicos. Nos llama la atención el ubicado a nuestra izquierda, que acuna en sus brazos al hijo nonato de la princesa, el cual la acompañará por la toda la eternidad.


Monumento a Lady Elisabeth Nightingale (Abadía de Westminster, 1761)

Para finalizar, os traigo esta maravillosa obra –quizá mi favorita, aunque me cuesta elegir una- ubicada en la capilla de St. Michael, en el transepto norte de la Abadía de Westminster.

Realizada en mármol por Louis François Roubiliac, representa a Joseph Gascoigne y su esposa Elisabeth Nightingale.



En la parte superior del sepulcro podemos observar a la pareja, aún con vida. Elisabeth, a las puertas de la muerte, reposa sobre los brazos de su esposo que, con un gesto de horror, intenta evitar el dardo mortal que la muerte pretende propinar a su amada.

La diagonal formada por el brazo de Gascoigne dirige nuestra mirada a la parte inferior del sepulcro, donde descubrimos una imagen aterradora: la muerte, saliendo de las puertas del inframundo para llevarse a Elisabeth consigo.

Para dar mayor intensidad –si cabe- a la dramática escena, el autor sitúa la mano huesuda de la muerte casi rozando los pies de la protagonista, lo cual provoca una mayor angustia en el espectador.



Esta macabra escena está basada en un sueño del hermano de Gascoigne, en el cual la muerte, situada a los pies de su cama, se deslizó por debajo de las sábanas, situándose entre su esposa y él. Terrorífico ¿verdad?

Pero este esqueleto sigue despertando las peores pesadillas de muchos ya que, según cuentan, una noche, unos ladrones que habían entrado en la abadía, al ver la escultura de la muerte bajo la luz de la luna quedaron tan horrorizados que salieron despavoridos. De hecho, dejaron atrás una palanca que fue expuesta a los pies del sepulcro durante años.

Aquí finaliza esta entrega doble sobre las obras escultóricas que más me fascinaron en mi viaje a tierras inglesas.


Si conocéis alguna otra escultura que os haya impresionado, podéis contárnoslo en los comentarios.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Mi viaje a Inglaterra: Conjuntos escultóricos (Parte I)

Durante mi estancia en tierras inglesas el pasado julio tuve el placer de contemplar muchas maravillas, algunas incluso desconocidas para mí, como son algunas de estas joyas escultóricas que os traigo hoy.

Monumento a la Reina Alexandra, Alfred Gilbert (Londres, 1932)

En mi paseo desde Picadilly Circus hasta el Palacio de Buckingham tuve la suerte de encontrarme por casualidad con este maravilloso conjunto monumental realizado en bronce.

En él vemos representadas tres figuras coronadas con los ojos cerrados, que desde el primer momento nos atrapan con su halo de misterio. ¿Quiénes son? ¿Están dormidos/as? ¿Quién es la figura de menor edad?


Si nos fijamos bien, en el basamento podemos encontrar una inscripción, que comienza a revelarnos quiénes son estas misteriosas figuras: “Reina Alexandra. Un tributo del amor del Imperio. La fe, la esperanza y el amor. Las virtudes que guían a la reina Alexandra”.

De esta manera, como el propio epígrafe nos indica, nos encontramos ante un monumento conmemorativo en honor a la reina Alexandra de Dinamarca, esposa de Eduardo VII.

En el eje central de la composición encontramos una figura entronizada, flanqueada por dos personajes femeninos ataviados con ropajes clásicos, que no son otros que las alegorías de la Fe y la Esperanza.



El personaje central es por lo tanto la alegoría del Amor, o para ser más exactos de la Caridad, cerrando así la representación de las tres virtudes teologales. Ésta es acompañada por una figura de menor edad -como es habitual en las representaciones de la virtud de la Caridad- a la arropa con los brazos abiertos.



Si quieres ver la ubicación exacta de este monumento haz clic aquí.


Escultura de la Reina Anne delante St Paul’s (Londres, 1712)

Este conjunto escultórico, realizado para conmemorar la finalización de la Catedral de St Paul’s, tiene como protagonista a la Reina Anne, monarca reinante en el momento de la conclusión del edificio.



Elegante y majestuosa, se encuentra representada sobre un podio, portando símbolos de poder tradicionales como la corona, el cetro o el orbe rematado en cruz. Asimismo, colgado del cuello lleva el emblema de la Orden de San Jorge.

Reina Anne

En la parte inferior del podio podemos ver las representaciones alegóricas de los cuatro territorios que ésta reclamó durante la denominada “Guerra de la Reina Anne”: Inglaterra, Irlanda, Francia y América. (Si quieres saber más sobre este conflicto, haz clic aquí).

Estas alegorías femeninas, dispuestas sobre volutas, portan una serie de atributos particulares. Así, Inglaterra, vestida con pesados ropajes y con corona de laurel, porta el peto de la diosa Minerva, usado en este caso como faja, y decorado con el rostro de Medusa. Con la mano derecha sujeta el tridente, como símbolo del poder marítimo, quedando la izquierda apoyada sobre el escudo real.

Alegoría de Inglaterra

Francia, ataviada con túnica y capa, es fácilmente reconocible por su casco decorado con la flor de lis. Con la mano derecha sostiene una porra y con la izquierda la corona mural.

Alegoría de Francia

Irlanda, con sus pesados ropajes clásicos y su pecho al descubierto, se encuentra portando el arpa.

Alegoría de Irlanda

Y finalmente América, quizá la más fácil de localizar debido a su tocado y faldellín de plumas, porta el arco y el carcaj. Pero probablemente lo que más llama la atención de esta figura es la cabeza barbada y el lagarto dispuestos a sus pies.

Alegoría de América

Para finalizar destacar que el original de Francis Bird fue sustituido en 1885 por la copia en mármol de carrara que podemos contemplar en la actualidad.


Próximamente será publicada la segunda parte de este artículo, en la cual os mostraré otras joyas de las cuales podéis disfrutar en Londres y alrededores.