En el artículo de esta semana continuamos con algunos
conjuntos escultóricos que me fascinaron en mi viaje a Inglaterra.
Monumento a la princesa Charlotte (Capilla de San Jorge
en el Castillo de Windsor, 1817)
La primera protagonista de hoy es la princesa Charlotte de Gales, hija de Jorge IV y sobrina de Eduardo, padre de la futura reina
Victoria.
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Princesa Charlotte de Gales |
Charlotte falleció en noviembre de 1817 a la edad de 21
años, tras un largo parto que, según cuentan, duro más de 2 días. Tras duras
horas de sufrimiento, finalmente daría a luz un hijo sin vida, perdiendo la
suya horas después.
La prematura muerte de Charlotte provocaría una gran
tristeza en toda gran Bretaña, ya que el pueblo había puesto todas sus
esperanzas en ella y en su futuro reinado.
Repicaron campanas en todo Reino Unido e incluso se llegó
a agotar la “tela de luto”. Es más, el propio monumento funerario sería costeado
por donativos procedentes de su amado pueblo.
Ningún miembro de la familia real superaría estas
manifestaciones de duelo público hasta el triste fallecimiento de la princesa
Diana en 1997.
“La muerte de la
princesa Charlotte ha caído sobre el pueblo como
una oscuridad repentina y
universal”
Windsor and Eton Express
El monumento en memoria de la princesa Charlotte, se
encuentra en la Capilla Urswick, ubicada en la esquina noroeste de la Capilla
de San Jorge en el Castillo de Windsor, siendo su autor Matthew Wyatt.
La obra está formada por dos registros: En el registro
inferior se nos muestra el plano terrenal, donde encontramos el cuerpo inerte
de la princesa Charlotte. Cubierto con una tela tratada magistralmente, nos permite
intuir su cuerpo yacente.
Para acentuar el dramatismo de la escena, la mano de la
princesa cae sin vida, pudiendo adivinarse parte de ésta por debajo del tejido
que la cubre.
Flanqueando el cuerpo de la princesa, descubrimos cuatro
plañideras que acompañan a la joven en su lecho de muerte y cuyo tratamiento de
los ropajes me dejó fascinada. Estas plañideras son el reflejo en piedra del
dolor del pueblo por la pérdida de su futura reina.
Si elevamos nuestra mirada descubriremos el registro
superior, representado por el espacio celestial.
En el eje central de la composición podemos observar de
nuevo a Charlotte, saliendo de su propio cuerpo para ascender hacia el Paraíso.
Etérea y con el brazo en alto, eleva su vista hacia esa luz celestial que se
materializa a través de las vidrieras. Esa luz que se nos muestra como un rayo
de esperanza frente a la desolada escena del registro inferior.
Junto a ella encontramos a dos ángeles, ataviados con
túnicas y peinados clásicos. Nos llama la atención el ubicado a nuestra
izquierda, que acuna en sus brazos al hijo nonato de la princesa, el cual la
acompañará por la toda la eternidad.
Monumento a
Lady Elisabeth Nightingale (Abadía de Westminster, 1761)
Para
finalizar, os traigo esta maravillosa obra –quizá mi favorita, aunque me cuesta
elegir una- ubicada en la capilla de St. Michael, en el transepto norte de la Abadía
de Westminster.
Realizada en
mármol por Louis François Roubiliac, representa a Joseph Gascoigne y su esposa
Elisabeth Nightingale.
En la parte superior
del sepulcro podemos observar a la pareja, aún con vida. Elisabeth, a las
puertas de la muerte, reposa sobre los brazos de su esposo que, con un gesto de
horror, intenta evitar el dardo mortal que la muerte pretende propinar a su amada.
La diagonal
formada por el brazo de Gascoigne dirige nuestra mirada a la parte inferior del
sepulcro, donde descubrimos una imagen aterradora: la muerte, saliendo de las
puertas del inframundo para llevarse a Elisabeth consigo.
Para dar
mayor intensidad –si cabe- a la dramática escena, el autor sitúa la mano
huesuda de la muerte casi rozando los pies de la protagonista, lo cual provoca una
mayor angustia en el espectador.
Esta macabra
escena está basada en un sueño del hermano de Gascoigne, en el cual la muerte,
situada a los pies de su cama, se deslizó por debajo de las sábanas, situándose
entre su esposa y él. Terrorífico ¿verdad?
Pero este
esqueleto sigue despertando las peores pesadillas de muchos ya que, según cuentan,
una noche, unos ladrones que habían entrado en la abadía, al ver la escultura
de la muerte bajo la luz de la luna quedaron tan horrorizados que salieron
despavoridos. De hecho, dejaron atrás una palanca que fue expuesta a los pies
del sepulcro durante años.
Aquí finaliza
esta entrega doble sobre las obras escultóricas que más me fascinaron en mi
viaje a tierras inglesas.
Si conocéis
alguna otra escultura que os haya impresionado, podéis contárnoslo en los
comentarios.
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