viernes, 26 de septiembre de 2014

Mi viaje a Inglaterra: Conjuntos escultóricos (Parte II)

En el artículo de esta semana continuamos con algunos conjuntos escultóricos que me fascinaron en mi viaje a Inglaterra.

Monumento a la princesa Charlotte (Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, 1817)

La primera protagonista de hoy es la princesa Charlotte de Gales, hija de Jorge IV y sobrina de Eduardo, padre de la futura reina Victoria.

Princesa Charlotte de Gales
Charlotte falleció en noviembre de 1817 a la edad de 21 años, tras un largo parto que, según cuentan, duro más de 2 días. Tras duras horas de sufrimiento, finalmente daría a luz un hijo sin vida, perdiendo la suya horas después.

La prematura muerte de Charlotte provocaría una gran tristeza en toda gran Bretaña, ya que el pueblo había puesto todas sus esperanzas en ella y en su futuro reinado.

Repicaron campanas en todo Reino Unido e incluso se llegó a agotar la “tela de luto”. Es más, el propio monumento funerario sería costeado por donativos procedentes de su amado pueblo.

Ningún miembro de la familia real superaría estas manifestaciones de duelo público hasta el triste fallecimiento de la princesa Diana en 1997.


“La muerte de la princesa Charlotte ha caído sobre el pueblo como 
una oscuridad repentina y universal” 
Windsor and Eton Express

El monumento en memoria de la princesa Charlotte, se encuentra en la Capilla Urswick, ubicada en la esquina noroeste de la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, siendo su autor Matthew Wyatt.



La obra está formada por dos registros: En el registro inferior se nos muestra el plano terrenal, donde encontramos el cuerpo inerte de la princesa Charlotte. Cubierto con una tela tratada magistralmente, nos permite intuir su cuerpo yacente.

Para acentuar el dramatismo de la escena, la mano de la princesa cae sin vida, pudiendo adivinarse parte de ésta por debajo del tejido que la cubre.



Flanqueando el cuerpo de la princesa, descubrimos cuatro plañideras que acompañan a la joven en su lecho de muerte y cuyo tratamiento de los ropajes me dejó fascinada. Estas plañideras son el reflejo en piedra del dolor del pueblo por la pérdida de su futura reina.

Si elevamos nuestra mirada descubriremos el registro superior, representado por el espacio celestial.

En el eje central de la composición podemos observar de nuevo a Charlotte, saliendo de su propio cuerpo para ascender hacia el Paraíso. Etérea y con el brazo en alto, eleva su vista hacia esa luz celestial que se materializa a través de las vidrieras. Esa luz que se nos muestra como un rayo de esperanza frente a la desolada escena del registro inferior.



Junto a ella encontramos a dos ángeles, ataviados con túnicas y peinados clásicos. Nos llama la atención el ubicado a nuestra izquierda, que acuna en sus brazos al hijo nonato de la princesa, el cual la acompañará por la toda la eternidad.


Monumento a Lady Elisabeth Nightingale (Abadía de Westminster, 1761)

Para finalizar, os traigo esta maravillosa obra –quizá mi favorita, aunque me cuesta elegir una- ubicada en la capilla de St. Michael, en el transepto norte de la Abadía de Westminster.

Realizada en mármol por Louis François Roubiliac, representa a Joseph Gascoigne y su esposa Elisabeth Nightingale.



En la parte superior del sepulcro podemos observar a la pareja, aún con vida. Elisabeth, a las puertas de la muerte, reposa sobre los brazos de su esposo que, con un gesto de horror, intenta evitar el dardo mortal que la muerte pretende propinar a su amada.

La diagonal formada por el brazo de Gascoigne dirige nuestra mirada a la parte inferior del sepulcro, donde descubrimos una imagen aterradora: la muerte, saliendo de las puertas del inframundo para llevarse a Elisabeth consigo.

Para dar mayor intensidad –si cabe- a la dramática escena, el autor sitúa la mano huesuda de la muerte casi rozando los pies de la protagonista, lo cual provoca una mayor angustia en el espectador.



Esta macabra escena está basada en un sueño del hermano de Gascoigne, en el cual la muerte, situada a los pies de su cama, se deslizó por debajo de las sábanas, situándose entre su esposa y él. Terrorífico ¿verdad?

Pero este esqueleto sigue despertando las peores pesadillas de muchos ya que, según cuentan, una noche, unos ladrones que habían entrado en la abadía, al ver la escultura de la muerte bajo la luz de la luna quedaron tan horrorizados que salieron despavoridos. De hecho, dejaron atrás una palanca que fue expuesta a los pies del sepulcro durante años.

Aquí finaliza esta entrega doble sobre las obras escultóricas que más me fascinaron en mi viaje a tierras inglesas.


Si conocéis alguna otra escultura que os haya impresionado, podéis contárnoslo en los comentarios.

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