jueves, 10 de abril de 2014

El Capricho de Antoni Gaudí

Esta grandiosa y genial obra, ubicada en la localidad de Comillas (Santander), comenzó a construirse en 1883, precisamente el mismo año en que Gaudí inicia su andadura en la obra de su vida, la Sagrada Familia, en la cual trabajará hasta su fatídica muerte en 1926, tras ser atropellado por un tranvía en la capital catalana.


El comitente de tan peculiar construcción fue Máximo Díaz de Quijano, concuñado del Marqués de Comillas. Este soltero, aficionado a la música y las plantas, tenía en mente una residencia al gusto oriental donde pasar sus meses de verano en contacto con la naturaleza.

¡Y Gaudí cumplió sus expectativas con creces!

El Capricho, también llamada Villa Quijano, está compuesta por tres plantas: Un semisótano, donde originalmente estaban ubicadas las cocinas y cocheras; la planta noble, formada por la zona residencial; y el desván, destinado a los dormitorios del servicio.

Armadura de hierro y madera (desván)

Como ya hemos comentado, una de las grandes aficiones de Díaz de Quijano eran las plantas. Por ello, la planta noble se encuentra estructurada en torno a un invernadero, realizado en hierro y vidrio, materiales fundamentales en la arquitectura del siglo XIX.

Invernadero, el corazón de “El Capricho”

Sin embargo, lo que más nos llama la atención de este mágico lugar son los exteriores. Asentado sobre un basamento de piedra, El Capricho posee una decoración de ladrillo y azulejos esmaltados con unos motivos muy curiosos: girasoles y hojas en relieve.

Azulejos con decoración de girasoles

El pórtico de entrada a la residencia merece especial atención. Formado por cuatro robustas columnas coronadas con capiteles caprichosos, con decoración de pájaros y elementos vegetales, ilustra perfectamente ese concepto tan gaudiniano de arquitectura como organismo vivo inspirado y conectado, en este caso, con la naturaleza circundante.

Pórtico de entrada

Pero quizá el elemento más llamativo de la fachada sea esa magnífica torre cilíndrica con su polémico remate bulboso, inspirada en los alminares de las mezquitas musulmanas pero, en este caso, con función absolutamente ornamental.

Ni que decir de las ventanas, con cierto aire británico, que nos esconden una grata sorpresa. Se trata de “ventanas musicales” ya que cuando las abrimos los ofrecen un sonido semejante a unas campanas repicando, efecto logrado a través de un curioso sistema de tubos metálicos.

Ventanas musicales

Este interés por la música por parte del comitente lo podemos ver también en dos de las pocas vidrieras que hemos conservado intactas. En ellas encontramos una libélula tocando el violín y un pájaro tocando el piano. Sublime interpretación de las dos grandes pasiones de Díaz de Quijano: la música y la naturaleza.



Sin embargo, este magnífico “Capricho” no fue tratado como se merecía por los herederos de Díaz de Quijano. De hecho, sufrió un gran deterioro tras años de abandono, llegando incluso a hundirse el techo el invernadero. Asimismo, muchos de los azulejos fueron saqueados.

Por suerte, en 1990 una familia de la localidad vecina Torrelavega decidió financiar la reconstrucción del edificio, llevada a cabo por el arquitecto Luis Castillo Arenal. Tras la exitosa restauración, el Capricho reabriría sus puertas, en este caso como restaurante de lujo, que permanecería activo hasta 2009.


Actualmente El Capricho se encuentra abierto al público e incluso se ofrece la posibilidad de alquilarlo para realizar diversos eventos.

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