viernes, 14 de marzo de 2014

El poder curativo de las momias

Fue Plinio el Viejo, famoso escritor de la época del Imperio Romano, el primero el hablar de las propiedades curativas del betún, lo que daría lugar a un importante comercio en torno a este producto. Tal fue su éxito, que cuando las fuentes naturales empezaron a escasear los comerciantes egipcios decidieron buscar una sustancia similar que pudiera sustituirlo.

Curiosamente, la hallarían en las resinas y aceites resecos procedentes del proceso de embalsamación de  las momias. De hecho, con el paso del tiempo, se llegó a popularizar la idea de que los restos de carne momificada y huesos ofrecían mayores poderes curativos.



 Así, el “polvo de momia” se convirtió en uno de los productos más populares durante la Edad Media, capaz de curar heridas, moratones y hasta huesos rotos. Tal fue su demanda que las momias comenzaron a escasear, por lo que en ocasiones fueron sustituidas por burdas imitaciones realizadas con cuerpos de ajusticiados, que posteriormente eran desecados en hornos para crear el efecto de una momia auténtica.


Polvo de Momia

El éxito del polvo de momia duraría hasta bien entrado el siglo XVI, momento en el cual algunos médicos comenzaron a poner en duda sus propiedades curativas. Sin embargo, seguiría siendo utilizado como fertilizante e incluso como pigmento –el llamado marrón momia- hasta el siglo XIX. De hecho, se dice que el propio Monet, al descubrir que dicho pigmento procedía de momias auténticas, se deshizo inmediatamente de sus pinturas.





Pero, ¿por qué los cuerpos embalsados de los antiguos egipcios reciben el nombre de momia? Precisamente por este comercio en torno al betún,  sustancia que los antiguos persas llamaban “mumia”.



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