viernes, 28 de marzo de 2014

“Las Furias. Alegoría política y desafío artístico”

Nuestro recorrido comienza en 1548, cuando María de Hungría le encarga a Tiziano una serie de lienzos con un tema común, Las Furias, con el fin de decorar la “Grande Salle” de su Palacio de Binche, cerca de Bruselas.

Grande Salle del Palacio de Binche, ubicación original de las Furias de Tiziano

Pero… ¿qué o quiénes son las Furias?

Las Furias son cuatro personajes que, según la mitología clásica, habitaban en el Hades sufriendo un eterno tormento por haber enfurecido a los dioses. Estos son: Ticio, cuyo hígado será devorado una y otra vez por un buitre como castigo por haber intentado violar a Latona. No lo confundáis con Prometeo, que sufriría un destino similar al robar el fuego para los hombres.

Ticio, Tiziano (1548-49)

Ixión, girando en el Hades por toda la eternidad al intentar seducir a Hera. Tántalo, que ofrecería a su propio hijo como alimento para los dioses, condenándose así a no comer ni beber por toda la eternidad. Y finalmente Sísifo, castigado a cargar una gran piedra al haber desvelado las infidelidades de Zeus.

Ixión, Cornelisz Van Haarlem (1588)


Estos eternos condenados serían usados por María de Hungría como vehículo de propaganda política, adquiriendo así una finalidad alegórica: Representar a los príncipes protestantes alemanes vencidos en la batalla de Mühlberg por Carlos V, que era hermano de la reina de Hungría.

De esta serie podemos contemplar en la exposición dos lienzos, Ticio y Sísifo, únicos conservados tras el incendio del Alcázar de Madrid en 1734, donde fueron trasladados en 1556.

Sísifo, Tiziano (1548-9)

Probablemente una de las primeras cuestiones que se plantea el visitante a la hora de enfrentarse a la exposición es el por qué de tan curioso título. Como ya hemos comentado, por Furias nos referimos en este caso a esos eternos condenados en el Hades como penitencia por haber desafiado a los dioses. Sin embargo, en la mitología clásica las Furias –las Erinias romanas- son las diosas de la venganza, lo que puede, a priori, llevarnos a error. La razón por la cual estos condenados acabaron recibiendo el nombre de Furias fue precisamente por el lugar en el que la serie de Tiziano fue ubicada años después, la denominada “Pieza de las Furias”, en el Alcázar de Madrid.

A finales del siglo XVI la temática de las Furias sería utilizada por diversos artistas como muestra de alarde técnico. En la exposición tenemos varios ejemplos, siendo el más llamativo el magnífico Prometeo de Rubens.

Prometeo encadenado, Rubens y Snyders (h. 1611)

Ya en el siglo XVII, durante el Barroco, fue un tema muy común debido a la búsqueda de la expresividad y el dramatismo, con esos magníficos escorzos y composiciones en diagonal, llegándose incluso a crear un concepto nuevo, la denominada “estética del horror”.

El ejemplo más llamativo en este caso es el Ticio de José de Ribera, del cual me quedo con la famosa cita de Palomino:


“No se deleitaba tanto Ribera en pintar cosas dulces y devotas, 
como en expresar cosas horrendas y ásperas”


Ribera logra de forma magistral que el espectador disfrute de una escena a priori angustiosa. Esto lo consigue a través de la fuerza y expresividad que desprenden sus personajes, así como mediante ese gran alarde técnico. Esto es la estética del horror, lograr que algo desagradable resulte atractivo para el que contempla la obra.

Ticio, José de Ribera (1632)


Magnífico planteamiento por parte del Museo del Prado a la hora de intentar establecer paralelismos con obras de la Antigüedad. Así, en las cartelas podréis encontrar reproducciones de diversas obras, planteando la exposición a través de un hilo conductor de influencias y repercusiones que, bajo mi punto de vista, es muy acertado.

Asimismo, me gustaría hacer un inciso respecto a la distribución de la sala, con un planteamiento muy diáfano y con ese grandioso Laocoonte en el centro. Ese Laocoonte que, recordad, fue descubierto en el siglo XVI, convirtiéndose así en una de las principales influencias de estas dramáticas obras.  Este tipo de distribución nos permite poder contemplar varias obras a la vez, con el fin de lograr captar mejor esa idea de influencia-repercusión.

Laocoonte y sus hijos (h. 50 d.C)


Visita imprescindible. Ya sabéis, hasta el 4 de Mayo en el Museo del Prado.


viernes, 14 de marzo de 2014

El poder curativo de las momias

Fue Plinio el Viejo, famoso escritor de la época del Imperio Romano, el primero el hablar de las propiedades curativas del betún, lo que daría lugar a un importante comercio en torno a este producto. Tal fue su éxito, que cuando las fuentes naturales empezaron a escasear los comerciantes egipcios decidieron buscar una sustancia similar que pudiera sustituirlo.

Curiosamente, la hallarían en las resinas y aceites resecos procedentes del proceso de embalsamación de  las momias. De hecho, con el paso del tiempo, se llegó a popularizar la idea de que los restos de carne momificada y huesos ofrecían mayores poderes curativos.



 Así, el “polvo de momia” se convirtió en uno de los productos más populares durante la Edad Media, capaz de curar heridas, moratones y hasta huesos rotos. Tal fue su demanda que las momias comenzaron a escasear, por lo que en ocasiones fueron sustituidas por burdas imitaciones realizadas con cuerpos de ajusticiados, que posteriormente eran desecados en hornos para crear el efecto de una momia auténtica.


Polvo de Momia

El éxito del polvo de momia duraría hasta bien entrado el siglo XVI, momento en el cual algunos médicos comenzaron a poner en duda sus propiedades curativas. Sin embargo, seguiría siendo utilizado como fertilizante e incluso como pigmento –el llamado marrón momia- hasta el siglo XIX. De hecho, se dice que el propio Monet, al descubrir que dicho pigmento procedía de momias auténticas, se deshizo inmediatamente de sus pinturas.





Pero, ¿por qué los cuerpos embalsados de los antiguos egipcios reciben el nombre de momia? Precisamente por este comercio en torno al betún,  sustancia que los antiguos persas llamaban “mumia”.